sábado, 14 de julio de 2007

la peña de anoche

Acabo de volver de la peña del violinero. Me fui solo porque mis amigotes decidieron silenciosamente no ir. No es la primera vez que salgo solo de esta manera. Ya hace varios años me fui a verlos a los nocheros y a gary en unión santiago y no pagué la entrada: salté por una tapia y me cachó un cana de la montada el cual por unos cuantos pesos me ayudó a pasar. Esta vez pagué, ya no tengo el cuerpo atlético de la adolescencia. Por supuesto adentro encontré a un buen amigo con quien disfrutamos de la contemplación de la creación femenina en el ámbito del folclore. La cantidad de féminas hormonales dispersas y agrupadas. Esa morocha imposible que ningún machingo la va a poder domar, aunque ellos crean que están a punto de. No hay caso. Esa, le digo a mi amigo, psicológicamente hablando, está enamorada de la otra minita. Y, puede ser, me contesta, porque yo la conozco, sé que es amiga de una mina que es lesbiana. Claro, el prejuicio nuestro, nuestra calentura, nuestros celos de machos, en fin. (estoy escuchando gilda en la radio; tenía que decirlo) todo eso decorado o ambientado por unos fernecitos y unos porroncitos, antes, para asegurarme, unas cuatro empanadas bien criollas de las santiagueñas (aclaro el origen porque probé “otras”) El mareo etílico, etílicas las niñas que se pasean bamboleantes o bamboleante mi observación de la danza la chacarera la zamba el dúo presagio néstor garnica y la alegría de ese calor en este invierno descomunal, allá, seguramente nevará, pero aquí… si no has estado aquí, cómo puedes saber, siquiera imaginarte, lo que es aquí (ahora suena peluche en la radio) en fin. Se terminó la noche, la dichosa peña y salgo triste porque todo ese ambiente femenino sólo fue la fantasía turística. Pero cuando salgo, ahí en la calle, en el cordón, haciendo una fila infinita de placer: los puestitos de los chory. Pido dos: uno para mi otro para mi buen amigo. ¿le pongo picante? No, no, respondemos presurosos. Está picantón aclara un cliente comedido. Y sí, estaba picantón y me ardía la jeta, pero de felicidad. Que buen chory reparador,. ¡qué me vienen con arroz y que sé yo que otra cosa, dice otro cliente famélico, el chory tiene vitaminas, hidratos de carbono… sí, sí, entendimos. El que se comió un chory a la salida de una peña, sabe de qué estamos hablando. Y aquí estoy, listo para acostarme a dormir satisfecho, con esta módica, pero nada despreciable, felicidad. Sólo me restaba compartir con usted, afable e inexpresivo lector, mi ínfima dicha. En este momento, una leve, pero sincera sonrisa, se dibuja en mi rostro.

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